lunes, 27 de enero de 2014

LA BUENA SAL


La sal es esencial para la vida, no se puede vivir sin ella. Sin embargo, la “sal de mesa” y la encontrada en alimentos procesados ​​no es la sal que nuestro organismo necesita. De hecho, la sal de mesa no tiene prácticamente nada en común con la sal natural. Una de ellas daña la salud, mientras que la otra lo beneficia.
La sal procesada es 98% cloruro de sodio, y el 2% restante son productos químicos absorbentes de humedad (y un poco de yodo). Estas son sustancias químicas peligrosas como el ferrocianuro y aluminosilicatos.

SAL INTEGRAL
La sal integral suele ser grisácea o, al menos no tan blanca como la “de mesa”. Es aproximadamente 84% cloruro de sodio. El 16% restante de la sal sin refinar se compone de otros minerales como el silicio, el fósforo y el vanadio. En definitiva, ni se le añade ni se le quita nada a la composición natural.

SAL DEL HIMALAYA
La sal del Himalaya es completamente pura, después de haber pasado muchos miles de años madurándose a presión tectónica extrema, lejos de impurezas, no está contaminada con metales pesados ni con las toxinas industriales de hoy en día. Y es extraída a mano y mínimamente procesada. La sal del Himalaya es 85 % de cloruro de sodio y el 15% restante contiene 84 trazas de minerales de nuestros mares prehistóricos.

La sal natural sin refinar es importante para muchos procesos biológicos:
- Es un componente importante del plasma sanguíneo, fluido linfático, fluido extracelular e incluso líquido amniótico.
- Contiene los nutrientes dentro y fuera de las células.
- Mantiene y regula la presión arterial.
- Aumenta las células gliales en el cerebro, que son responsables para el pensamiento creativo y la planificación a largo plazo.
- Ayuda a que su cerebro se comunique con los músculos, para que se pueda mover según lo indicado mediante el intercambio iónico de potasio-sodio.

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