La sal es esencial
para la vida, no se puede vivir sin ella. Sin embargo, la “sal de mesa” y la encontrada
en alimentos procesados no
es la sal que nuestro organismo necesita. De hecho, la sal de mesa no tiene prácticamente
nada en común con la sal natural. Una de ellas daña la salud, mientras que la
otra lo beneficia.
La
sal procesada es 98% cloruro de sodio, y el 2% restante son productos químicos absorbentes
de humedad (y un poco de yodo). Estas son sustancias químicas peligrosas como
el ferrocianuro y aluminosilicatos.
SAL
INTEGRAL
La
sal integral suele ser grisácea o, al menos no tan blanca como la “de mesa”. Es
aproximadamente 84% cloruro de sodio. El 16% restante de la sal sin refinar se
compone de otros minerales como el silicio, el fósforo y el vanadio. En
definitiva, ni se le añade ni se le quita nada a la composición natural.
SAL
DEL HIMALAYA
La
sal del Himalaya es completamente pura, después de haber pasado muchos miles de
años madurándose a presión tectónica extrema, lejos de impurezas, no está
contaminada con metales pesados ni con las toxinas
industriales de hoy en día. Y es extraída a mano y mínimamente procesada. La
sal del Himalaya es 85 % de cloruro de sodio y el 15% restante contiene 84
trazas de minerales de nuestros mares prehistóricos.
La
sal natural sin refinar es importante para muchos procesos biológicos:
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Es un componente importante del plasma sanguíneo, fluido linfático, fluido
extracelular e incluso líquido amniótico.
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Contiene los nutrientes dentro y fuera de las células.
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Mantiene y regula la presión arterial.
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Aumenta las células gliales en el cerebro, que son responsables para el
pensamiento creativo y la planificación a largo plazo.
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Ayuda a que su cerebro se comunique con los músculos, para que se pueda mover
según lo indicado mediante el intercambio iónico de potasio-sodio.
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